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Un acto del Holocausto como víctima de
El amor misericordioso de Dios

Oración compuesta por Santa Teresa del Niño Jesús el 9 de junio de 1895. Esta oración se encontró después de su muerte en el ejemplar de los Evangelios que siempre llevó cerca de su corazón.
ORACION

¡Oh Dios mío! ¡Oh Santísima Trinidad! Deseo amarte y hacerte amado, trabajar para la gloria de la Santa Iglesia salvando almas aquí en la tierra y liberando a los que sufren en el Purgatorio. Deseo cumplir perfectamente Tu Santa Voluntad y alcanzar el grado de gloria que Tú me has preparado en Tu Reino. En una palabra, quiero ser santa, pero sabiendo lo desvalida que estoy, te suplico, Dios mío, que seas tú mismo mi santidad.

Puesto que me has amado tanto que me has dado a tu Hijo Unigénito para que sea mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos. Con gusto te los ofrezco y te ruego que me mires sólo a través de los ojos de Jesús y en su Corazón inflamado de amor. Además, te ofrezco todos los méritos de los santos tanto en el cielo como en la tierra, junto con sus actos de amor y los de los santos ángeles. Por último, os ofrezco, oh Santísima Trinidad, el amor y los méritos de la Santísima Virgen, mi queridísima Madre, a ella encomiendo esta Oblación, rogando que os la presente.


Santa Teresa del Niño Jesús
Durante los días de su vida en la tierra, su Divino Hijo, mi dulce Esposo, nos decía: “Si pidiereis algo al Padre en Mi Nombre, Él os lo dará”. Por lo tanto, estoy seguro de que cumplirás mi anhelo. Oh Dios mío, sé que cuanto más deseas otorgar, más nos haces desear. Siento en mi corazón deseos ilimitados y con confianza te suplico que tomes posesión de mi alma. No puedo recibirte en la Sagrada Comunión con tanta frecuencia como quisiera, pero, oh Señor, ¿no eres Tú todopoderoso? Permanece en mí como lo haces en el Tabernáculo; nunca abandones a tu pequeña Víctima.

Anhelo consolarte por los pecadores ingratos y te imploro que me quites toda libertad para pecar. Si por debilidad cayera, que una mirada de Tus ojos limpie inmediatamente mi alma y consuma todas mis imperfecciones, como el fuego transforma todas las cosas en sí mismo.

Te doy gracias, oh Dios mío, por todas las gracias que me has concedido, especialmente por haberme purificado en el crisol del sufrimiento. En el Día del Juicio te contemplaré con alegría mientras llevas Tu cetro de la Cruz. Y como Tú te has dignado darme esta preciosa Cruz como mi porción, espero ser como Tú en el Paraíso y contemplar las Sagradas Llagas de tu Pasión brillar en mi cuerpo glorificado.

Después del exilio en la tierra, confío poseerte en el Hogar de nuestro Padre. Pero no busco acumular tesoros en el Cielo. Deseo trabajar sólo por Tu Amor, con el único objetivo de agradarte, de consolar a Tu Sagrado Corazón y de salvar almas que Te amarán por toda la eternidad.

Cuando llegue la tarde de la vida, estaré ante Ti con las manos vacías, porque no te pido, Dios mío, que tengas en cuenta mis obras. Todas nuestras obras de justicia están manchadas ante tus ojos. Deseo, por tanto, vestirme de Tu propia Justicia y recibir de Tu Amor el don eterno de Ti mismo. ¡No deseo ningún otro Trono, ninguna otra Corona, sino Tú, oh mi Amado! A tus ojos, el tiempo no es nada: “Un día son mil años”. Tú puedes, en un solo instante, prepararme para presentarme ante Ti.

Para que mi vida sea un acto de perfecto Amor, me ofrezco como Víctima del Holocausto a Tu Amor Misericordioso, implorándote que me consumas sin cesar y dejes que las corrientes de infinita ternura acumuladas en Ti se desborden en mi alma, para que pueda llegar a ser un verdadero mártir de Tu amor. ¡Oh Dios mío, que este martirio, después de haberme preparado para aparecer en Tu Presencia, me libere al fin de esta vida, y mi alma tome vuelo –sin demora- hacia el abrazo eterno de Tu Amor Misericordioso!

¡Oh mi Amado! Deseo a cada latido de mi corazón renovar esta Oblación un número infinito de veces, “hasta que las sombras se retiren”, y eternamente pueda decirte mi amor cara a cara. Amén.



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